En 1964, Heidegger postuló que la función histórica de la filosofía de proporcionar una explicación unificada del mundo estaba quedando obsoleta. La cibernética la había vencido, como disciplina capaz de dar cuenta tanto de la interacción de una célula con su entorno hasta del comportamiento humano o el funcionamiento de una computadora. La proclama de Heidegger del “fin de la filosofía” venía acompañada de una importante advertencia: este nuevo ethos tecnológico corre el riesgo de adoptar una actitud colonizadora hacia los seres humanos y el mundo natural. Por ese motivo, sugiere Yuk Hui en este libro, es que Heidegger recurre a artistas como Cézanne y Paul Klee, buscando descubrir una relación más ética entre la vida humana y la naturaleza. Este diálogo que cruza arte, filosofía y tecnología constituye el eje central de Arte y cosmotécnica. Recuperando los interrogantes de sus anteriores trabajos, Hui insiste en la posibilidad de superación de la modernidad desde una perspectiva no europea, esta vez tomando la experiencia estética china como camino para imaginar formas de tecnodiversidad.
Se trate de pinturas rupestres o de imágenes hechas con inteligencia artificial, el arte siempre dependió de la técnica como medio para expresarse. Esta imbricación es tal que observar la técnica a partir del arte nos permite reconocer de manera intuitiva su participación en un orden moral y cósmico determinado. A través de un recorrido comparativo entre la tragedia griega y la pintura de paisaje china –la pintura shan shui– Hui diferencia dos grandes modos de pensamiento estético (y filosófico). Mientras que la razón occidental se define por una lógica de discontinuidad trágica plagada de intentos por afirmar lo que Hegel llamó el “derecho superior de la Idea contra la naturaleza”, el arte chino exhibe una lógica de continuidad oposicional que se identifica con la noción taoísta de xuan. Esta dinámica pone la continuidad y la armonía por encima de la discontinuidad y la ruptura: shan y shui, “montaña” y “agua”, representan dos polos contrapuestos que se relacionan sin subordinarse, como el yin y el yang. Esta óptica nos abre a un modo de vinculación no instrumental con el mundo natural que se distancia del implacable proyecto tecnoextractivista moderno.
arte y cosmotécnica - yuk hui
En 1964, Heidegger postuló que la función histórica de la filosofía de proporcionar una explicación unificada del mundo estaba quedando obsoleta. La cibernética la había vencido, como disciplina capaz de dar cuenta tanto de la interacción de una célula con su entorno hasta del comportamiento humano o el funcionamiento de una computadora. La proclama de Heidegger del “fin de la filosofía” venía acompañada de una importante advertencia: este nuevo ethos tecnológico corre el riesgo de adoptar una actitud colonizadora hacia los seres humanos y el mundo natural. Por ese motivo, sugiere Yuk Hui en este libro, es que Heidegger recurre a artistas como Cézanne y Paul Klee, buscando descubrir una relación más ética entre la vida humana y la naturaleza. Este diálogo que cruza arte, filosofía y tecnología constituye el eje central de Arte y cosmotécnica. Recuperando los interrogantes de sus anteriores trabajos, Hui insiste en la posibilidad de superación de la modernidad desde una perspectiva no europea, esta vez tomando la experiencia estética china como camino para imaginar formas de tecnodiversidad.
Se trate de pinturas rupestres o de imágenes hechas con inteligencia artificial, el arte siempre dependió de la técnica como medio para expresarse. Esta imbricación es tal que observar la técnica a partir del arte nos permite reconocer de manera intuitiva su participación en un orden moral y cósmico determinado. A través de un recorrido comparativo entre la tragedia griega y la pintura de paisaje china –la pintura shan shui– Hui diferencia dos grandes modos de pensamiento estético (y filosófico). Mientras que la razón occidental se define por una lógica de discontinuidad trágica plagada de intentos por afirmar lo que Hegel llamó el “derecho superior de la Idea contra la naturaleza”, el arte chino exhibe una lógica de continuidad oposicional que se identifica con la noción taoísta de xuan. Esta dinámica pone la continuidad y la armonía por encima de la discontinuidad y la ruptura: shan y shui, “montaña” y “agua”, representan dos polos contrapuestos que se relacionan sin subordinarse, como el yin y el yang. Esta óptica nos abre a un modo de vinculación no instrumental con el mundo natural que se distancia del implacable proyecto tecnoextractivista moderno.
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