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Baltasar contra el olvido narra la historia de una voluntad contra aquello que se extingue. La novela acarrea, de manera implícita, una pregunta acerca del acto de narrar: ¿se puede contar la densidad de un acontecimiento sin una inflexión que verbalice la experiencia vivida? Así como el título anuncia una lucha contra el olvido, que todo lo arrasa, de ese modo la novela propone otro interrogante: ¿qué recordamos no solo de un hecho sino, sobre todo, de una narración? En este caso el relato se impregna de una lengua cotidiana y pueblerina, y a través de ella conocemos la experiencia filial junto con los hábitos y las miserias del lugar. La oscilación entre relato y discurso oral se torna necesaria hasta configurar una modulación que es, sobre todo, un punto de vista. Sabemos que la manera de decir postula una visión del mundo y una ética. Baltasar se propone resistir la muerte evocando la figura de su madre. Procura traer al presente los más ínfimos detalles del pasado, casi a contracorriente de su deseo juvenil

Observa sin cesar los lugares en los que estuvo su progenitora como si la mera contemplación de los sitios compartidos prolongara su existencia. Incluso esa memoria obstinada logra obtener pequeñas gemas al traer a la conciencia algún matiz olvidado. Pero Baltasar no solo es un observador pertinaz de aquello que se fue, sino, sobre todo, un observador del lenguaje. Esa atención al fluir del discurso remite al aspecto crucial que atraviesa este texto: narrar requiere de un tono singular que, más que designar los hechos pretéritos, permite que emerjan a la superficie a partir de una música verbal que los vuelve memorables. 

Baltasar contra el olvido - Mauricio Koch

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Baltasar contra el olvido narra la historia de una voluntad contra aquello que se extingue. La novela acarrea, de manera implícita, una pregunta acerca del acto de narrar: ¿se puede contar la densidad de un acontecimiento sin una inflexión que verbalice la experiencia vivida? Así como el título anuncia una lucha contra el olvido, que todo lo arrasa, de ese modo la novela propone otro interrogante: ¿qué recordamos no solo de un hecho sino, sobre todo, de una narración? En este caso el relato se impregna de una lengua cotidiana y pueblerina, y a través de ella conocemos la experiencia filial junto con los hábitos y las miserias del lugar. La oscilación entre relato y discurso oral se torna necesaria hasta configurar una modulación que es, sobre todo, un punto de vista. Sabemos que la manera de decir postula una visión del mundo y una ética. Baltasar se propone resistir la muerte evocando la figura de su madre. Procura traer al presente los más ínfimos detalles del pasado, casi a contracorriente de su deseo juvenil

Observa sin cesar los lugares en los que estuvo su progenitora como si la mera contemplación de los sitios compartidos prolongara su existencia. Incluso esa memoria obstinada logra obtener pequeñas gemas al traer a la conciencia algún matiz olvidado. Pero Baltasar no solo es un observador pertinaz de aquello que se fue, sino, sobre todo, un observador del lenguaje. Esa atención al fluir del discurso remite al aspecto crucial que atraviesa este texto: narrar requiere de un tono singular que, más que designar los hechos pretéritos, permite que emerjan a la superficie a partir de una música verbal que los vuelve memorables.