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En Desvelos de verano prevalece una atmósfera común: la del calor, la del verano; un entorno que, en el contexto de historias de pueblo o ciudades chicas, combina lo abierto con lo opresivo, el aire libre con el encierro (encierro incluso al aire libre). Martín Kohan deja de lado nuevamente la irreverencia de la que es capaz su literatura y, en un arte del manejo de la economía, esboza cada última línea dejándonos el pulso acelerado y con hambre de más.

 
En los cuentos que integran este volumen prevalece una atmósfera común: la del calor, la del verano; un entorno que, en el contexto de historias de pueblo o ciudades chicas, combina lo abierto con lo opresivo, el aire libre con el encierro (encierro incluso al aire libre).
 
El verano es el protagonista omnipresente en varios de los cuentos. Un protagonista harto, por momentos ahogado y cansado de sí mismo, que define la perspectiva y el tono de los otros personajes hasta llevarlos a un desenlace inesperado. Ese clima predomina y acaso contagia aun a los cuentos que no participan de ese tiempo ni de esa geografía. El conjunto se cierra con una intencional disonancia: un espacio moderno, un aeropuerto, en tiempos de Guerra Fría. El estilo es clásico: una escritura casi enteramente suscitada por la lectura de Cesare Pavese. Este libro es un ejercicio virtuoso que nos demuestra cómo nuestras lecturas se funden y resignifican en la escritura.
 
Martín Kohan hace a un lado una vez más la irreverencia de la que es capaz su literatura y, en un arte del manejo de la economía, esboza cada última línea dejándonos el pulso acelerado y con ganas de más.

Desvelos de verano, por Martín Kohan

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En Desvelos de verano prevalece una atmósfera común: la del calor, la del verano; un entorno que, en el contexto de historias de pueblo o ciudades chicas, combina lo abierto con lo opresivo, el aire libre con el encierro (encierro incluso al aire libre). Martín Kohan deja de lado nuevamente la irreverencia de la que es capaz su literatura y, en un arte del manejo de la economía, esboza cada última línea dejándonos el pulso acelerado y con hambre de más.

 
En los cuentos que integran este volumen prevalece una atmósfera común: la del calor, la del verano; un entorno que, en el contexto de historias de pueblo o ciudades chicas, combina lo abierto con lo opresivo, el aire libre con el encierro (encierro incluso al aire libre).
 
El verano es el protagonista omnipresente en varios de los cuentos. Un protagonista harto, por momentos ahogado y cansado de sí mismo, que define la perspectiva y el tono de los otros personajes hasta llevarlos a un desenlace inesperado. Ese clima predomina y acaso contagia aun a los cuentos que no participan de ese tiempo ni de esa geografía. El conjunto se cierra con una intencional disonancia: un espacio moderno, un aeropuerto, en tiempos de Guerra Fría. El estilo es clásico: una escritura casi enteramente suscitada por la lectura de Cesare Pavese. Este libro es un ejercicio virtuoso que nos demuestra cómo nuestras lecturas se funden y resignifican en la escritura.
 
Martín Kohan hace a un lado una vez más la irreverencia de la que es capaz su literatura y, en un arte del manejo de la economía, esboza cada última línea dejándonos el pulso acelerado y con ganas de más.