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“Mi manuscrito, mi primera novela, había llegado a sus manos por intermedio de amigos, él se mostró entusiasta desde el primer momento, nos conocimos, armamos el contrato, muy sumario y casero, una mera formalidad que no pudo ser más informal, y a partir de ahí la iniciativa quedó en sus manos. Yo nunca antes había tenido tratos con un editor, y ni siquiera había conocido a ninguno. Era por completo inédito, aunque no del todo desconocido; el manuscrito de mi novela había pasado por varias manos y me había hecho una pequeña fama secreta, muy prematura, de joven promesa literaria; o mejor dicho, había confirmado, siempre en el rubro “promesa”, la promesa que yo era ya, en esos reducidos círculos, por causa de mi erudición de lector fanático, la articulación de mi pensamiento, o por ese aire misterioso que siempre tuve. Quizás en mí no había nada que justificara esas expectativas, pero de tanto en tanto salen a la supercie, en los corrillos culturales, esperanzas de genio.”

La vida nueva, de César Aira

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“Mi manuscrito, mi primera novela, había llegado a sus manos por intermedio de amigos, él se mostró entusiasta desde el primer momento, nos conocimos, armamos el contrato, muy sumario y casero, una mera formalidad que no pudo ser más informal, y a partir de ahí la iniciativa quedó en sus manos. Yo nunca antes había tenido tratos con un editor, y ni siquiera había conocido a ninguno. Era por completo inédito, aunque no del todo desconocido; el manuscrito de mi novela había pasado por varias manos y me había hecho una pequeña fama secreta, muy prematura, de joven promesa literaria; o mejor dicho, había confirmado, siempre en el rubro “promesa”, la promesa que yo era ya, en esos reducidos círculos, por causa de mi erudición de lector fanático, la articulación de mi pensamiento, o por ese aire misterioso que siempre tuve. Quizás en mí no había nada que justificara esas expectativas, pero de tanto en tanto salen a la supercie, en los corrillos culturales, esperanzas de genio.”