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En su primer libro, Mark Fisher llamó “realismo capitalista” a la creencia generalizada de que no es posible una alternativa al capitalismo, de que estamos obligados a enterrar en el pasado cosas como la solidaridad de clase o el concepto de lo público a cambio de seguir conectados al circuito privado de consumo y entretenimiento. Pero, ¿es posible clausurar de manera definitiva nuestros horizontes y resignar todo proyecto transformador? La tesis central que comparten los artículos aquí reunidos es que este presente clausurado, condenado a la repetición y al pastiche, estará siempre acechado por los fantasmas de aquello que ya no es y aquello que nunca fue. Y que es necesario reactivar la memoria histórica y esos futuros perdidos para escapar de la temporalidad detenida en la que vivimos.

En esta suerte de Espectros de Marx para el siglo XXI, Mark Fisher se enfrenta a las ruinas de aquel momento en que la cultura popular –en especial la música– todavía tenía la capacidad de producir formas innovadoras y soñar con modos de vida radicalmente alternativos. En la experiencia colectiva de las raves, el rechazo al trabajo de los mods, el modernismo militante de los postpunks resuena aún la prometeica ambición de la clase trabajadora de producir un mundo que exceda existencial y estéticamente a la cultura burguesa. Pero no se trata de aferrarse de manera nostálgica a ese pasado para refugiarnos del presente: no abandonar los fantasmas implica no ajustarse a lo que las condiciones actuales llaman “realidad”.

Estos penetrantes ejercicios de análisis cultural, que comprenden no solo música sino también la obra de directores como Kubrick, Cronenberg o Christopher Nolan, son para Fisher rituales para exorcizar el espectro que lo persiguió toda su vida: la depresión. Porque si identificamos estructuras sociales allí donde el neoliberalismo solo ve elecciones y responsabilidades personales, seremos capaces de convertir el padecimiento individual en ira politizada.

los fantasmas de mi vida, por mark fisher

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En su primer libro, Mark Fisher llamó “realismo capitalista” a la creencia generalizada de que no es posible una alternativa al capitalismo, de que estamos obligados a enterrar en el pasado cosas como la solidaridad de clase o el concepto de lo público a cambio de seguir conectados al circuito privado de consumo y entretenimiento. Pero, ¿es posible clausurar de manera definitiva nuestros horizontes y resignar todo proyecto transformador? La tesis central que comparten los artículos aquí reunidos es que este presente clausurado, condenado a la repetición y al pastiche, estará siempre acechado por los fantasmas de aquello que ya no es y aquello que nunca fue. Y que es necesario reactivar la memoria histórica y esos futuros perdidos para escapar de la temporalidad detenida en la que vivimos.

En esta suerte de Espectros de Marx para el siglo XXI, Mark Fisher se enfrenta a las ruinas de aquel momento en que la cultura popular –en especial la música– todavía tenía la capacidad de producir formas innovadoras y soñar con modos de vida radicalmente alternativos. En la experiencia colectiva de las raves, el rechazo al trabajo de los mods, el modernismo militante de los postpunks resuena aún la prometeica ambición de la clase trabajadora de producir un mundo que exceda existencial y estéticamente a la cultura burguesa. Pero no se trata de aferrarse de manera nostálgica a ese pasado para refugiarnos del presente: no abandonar los fantasmas implica no ajustarse a lo que las condiciones actuales llaman “realidad”.

Estos penetrantes ejercicios de análisis cultural, que comprenden no solo música sino también la obra de directores como Kubrick, Cronenberg o Christopher Nolan, son para Fisher rituales para exorcizar el espectro que lo persiguió toda su vida: la depresión. Porque si identificamos estructuras sociales allí donde el neoliberalismo solo ve elecciones y responsabilidades personales, seremos capaces de convertir el padecimiento individual en ira politizada.