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Estos son cuentos sobre mujeres sabias. Ciertos eventos se desencadenan, de manera exquisita y poética, hasta llegar a un pasaje que es una iluminación: el momento preciso de aprender algo importante. Una chica, por ejemplo, pasa su primera luna de miel con el novio, en las sierras.

Todo parece a punto de naufragar entre los dos. Una tarde ella se encuentra descalza frente a frente con un escorpión. La chica logra que su problemático novio haga un intento por capturar al animal que amenaza sus vidas pero, para hacerlo,
deben dar vuelta la casa.

No sólo presenciamos aquí el momento en que una experiencia se fija, también leemos cómo esa experiencia se transmite y se constata: “Un hombre, me dijo una vez mi mamá, es un animal pequeño que se ve inmenso”.

Con la rara madurez de los treinta años, a la manera de Clarice Lispector, Lorrie Moore o Grace Paley, estos cuentos son un espacio de indagación. La vida se mira de frente pero sin urgencia. Hay un ritmo tranquilo que hacia el final se combina con el impacto de un descubrimiento. Por eso leerlos nos provoca el intenso placer de un desborde contenido y latente.

Sin duda, este primer libro de Magalí Etchebarne es el mejor comienzo posible para una obra. También es el libro que todos desearíamos escribir algún día.

I Acevedo

 

Dijeron de este libro:
 
Hebe Uhart: «Tiene poder de síntesis, gracia y ritmo.» 

Alan Pauls: «Todo está a la vista y sin embargo el misterio persiste.»

Federico Falco: «Magalí Etchebarne tiene una capacidad impresionante para poner en palabras las contradicciones, las inseguridades y los deseos de sus personajes. Un primer libro de una contundencia pocas veces vista.» 

Fabián Casas: «Una pequeña y salvaje obra maestra.»

Gabriela Cabezón Cámara: «Etchebarne le pone el cuerpo al nuevo cuento argentino.» 

Leila Guerriero: «Una voz propia muy fuerte y un manejo de las atmósferas tan sutil que obliga a pensar: “¿Dónde está el truco?”» 

Margarita García Robayo: «Este libro tiene frases sabias, afiladas y compasivas, como escritas con un instrumento que esculpe pedazos rústicos de mundo, con la destreza y la decisión de quien se sabe capaz de convertirlos en belleza. Podría llamarse magia —o alquimia—, pero es solo talento.» 

Marina Mariasch: «La mejor narrativa que leí en el año. Preciso, precioso, filoso y sexy.» 

Graciela Speranza: «Etchebarne sorprende por la observación precisa del detalle y el gesto elocuente, la sensibilidad poética para afinar el foco y la reflexión leve pero conmovedoramente honda.»

Santiago Llach: «Es un libro sobre la crudeza inflamable del amor, y Etchebarne se alimenta de esta fe profunda: hacer destellar las palabras es encontrar un sentido para lo que no lo tiene.» 

Andrés Neuman: «Una prosa con textura, trabajadísima, al servicio del poder de unas imágenes que logran a su vez proyectar en desvío al personaje y su ambiente. Como si el ojo fuese narrando todo hacia dentro. Me sentí muy cercano a estas relaciones entre la perturbación y la epifanía, que parecen ir buscando ráfagas de belleza entre la basura. Uno de los mejores debuts que recuerdo en años. Aunque, en rigor, no se trata de un primer libro: son más bien enésimos textos -se escucha entre líneas- recién ahora publicados.»
 
Marta Sanz: «Etchebarne maneja los resortes ortodoxos del cuento y, a la vez, consigue hacerlos insólitos. Una voz personalísima que logra que sintamos que todo está siendo nombrado por primera vez.»

Daniel Guebel: «Un libro de secretas percepciones sutiles que naturalizan la extrañeza de las relaciones entre las personas, volviendo habitual y hasta suave la demencia, el extravío y el sexo. La autora narra como “quien no quiere la cosa”, en un tono bajo que trabaja la sorpresa por develación y no por impacto. Etchebarne parece haber llegado a un punto de encuentro con la madurez estética sin recorrer ningún paso previo.»
 
Miguel Russo: «Uno de esos libros que estalla después de su lectura, como las balas Dum-dum. Así es cada cuento: uno sale medio invicto de la lectura, como tranquilito, pensando “qué bien” y unos minutos después concluye que eso que va creciendo dentro (los personajes, los objetos, la geografía, las relaciones) no se va a ir tan fácilmente, sino que se va a hacer carne y continuará mordiendo ahí donde uno no lo esperaba. Lenguaje justo, preciso. Me pareció un libro excelente y no quiero ni imaginar lo que puede seguir de acá en más en su literatura.»

Los mejores días, de Magalí Etchebarne

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Estos son cuentos sobre mujeres sabias. Ciertos eventos se desencadenan, de manera exquisita y poética, hasta llegar a un pasaje que es una iluminación: el momento preciso de aprender algo importante. Una chica, por ejemplo, pasa su primera luna de miel con el novio, en las sierras.

Todo parece a punto de naufragar entre los dos. Una tarde ella se encuentra descalza frente a frente con un escorpión. La chica logra que su problemático novio haga un intento por capturar al animal que amenaza sus vidas pero, para hacerlo,
deben dar vuelta la casa.

No sólo presenciamos aquí el momento en que una experiencia se fija, también leemos cómo esa experiencia se transmite y se constata: “Un hombre, me dijo una vez mi mamá, es un animal pequeño que se ve inmenso”.

Con la rara madurez de los treinta años, a la manera de Clarice Lispector, Lorrie Moore o Grace Paley, estos cuentos son un espacio de indagación. La vida se mira de frente pero sin urgencia. Hay un ritmo tranquilo que hacia el final se combina con el impacto de un descubrimiento. Por eso leerlos nos provoca el intenso placer de un desborde contenido y latente.

Sin duda, este primer libro de Magalí Etchebarne es el mejor comienzo posible para una obra. También es el libro que todos desearíamos escribir algún día.

I Acevedo

 

Dijeron de este libro:
 
Hebe Uhart: «Tiene poder de síntesis, gracia y ritmo.» 

Alan Pauls: «Todo está a la vista y sin embargo el misterio persiste.»

Federico Falco: «Magalí Etchebarne tiene una capacidad impresionante para poner en palabras las contradicciones, las inseguridades y los deseos de sus personajes. Un primer libro de una contundencia pocas veces vista.» 

Fabián Casas: «Una pequeña y salvaje obra maestra.»

Gabriela Cabezón Cámara: «Etchebarne le pone el cuerpo al nuevo cuento argentino.» 

Leila Guerriero: «Una voz propia muy fuerte y un manejo de las atmósferas tan sutil que obliga a pensar: “¿Dónde está el truco?”» 

Margarita García Robayo: «Este libro tiene frases sabias, afiladas y compasivas, como escritas con un instrumento que esculpe pedazos rústicos de mundo, con la destreza y la decisión de quien se sabe capaz de convertirlos en belleza. Podría llamarse magia —o alquimia—, pero es solo talento.» 

Marina Mariasch: «La mejor narrativa que leí en el año. Preciso, precioso, filoso y sexy.» 

Graciela Speranza: «Etchebarne sorprende por la observación precisa del detalle y el gesto elocuente, la sensibilidad poética para afinar el foco y la reflexión leve pero conmovedoramente honda.»

Santiago Llach: «Es un libro sobre la crudeza inflamable del amor, y Etchebarne se alimenta de esta fe profunda: hacer destellar las palabras es encontrar un sentido para lo que no lo tiene.» 

Andrés Neuman: «Una prosa con textura, trabajadísima, al servicio del poder de unas imágenes que logran a su vez proyectar en desvío al personaje y su ambiente. Como si el ojo fuese narrando todo hacia dentro. Me sentí muy cercano a estas relaciones entre la perturbación y la epifanía, que parecen ir buscando ráfagas de belleza entre la basura. Uno de los mejores debuts que recuerdo en años. Aunque, en rigor, no se trata de un primer libro: son más bien enésimos textos -se escucha entre líneas- recién ahora publicados.»
 
Marta Sanz: «Etchebarne maneja los resortes ortodoxos del cuento y, a la vez, consigue hacerlos insólitos. Una voz personalísima que logra que sintamos que todo está siendo nombrado por primera vez.»

Daniel Guebel: «Un libro de secretas percepciones sutiles que naturalizan la extrañeza de las relaciones entre las personas, volviendo habitual y hasta suave la demencia, el extravío y el sexo. La autora narra como “quien no quiere la cosa”, en un tono bajo que trabaja la sorpresa por develación y no por impacto. Etchebarne parece haber llegado a un punto de encuentro con la madurez estética sin recorrer ningún paso previo.»
 
Miguel Russo: «Uno de esos libros que estalla después de su lectura, como las balas Dum-dum. Así es cada cuento: uno sale medio invicto de la lectura, como tranquilito, pensando “qué bien” y unos minutos después concluye que eso que va creciendo dentro (los personajes, los objetos, la geografía, las relaciones) no se va a ir tan fácilmente, sino que se va a hacer carne y continuará mordiendo ahí donde uno no lo esperaba. Lenguaje justo, preciso. Me pareció un libro excelente y no quiero ni imaginar lo que puede seguir de acá en más en su literatura.»