Trabajar de repositor en un supermercado y destruir inmobiliarias. Graduarse en
comunicación social para terminar trabajando en atención al cliente y realizar críticas de
series en internet. Dos vidas y dos proyectos entrelazados no tanto por un “hogar” físico
como por uno sensible y utópico. Este es el panorama que nos presenta Walter Lezcano en su
nueva novela: Y al fin el techo dejará de aplastarme. A través de estas dos voces narrativas,
una abocada a la acción repetitiva y la otra a la configuración simbólica del mundo a través
de las palabras, Lezcano nos sumerge en una novela que es tanto reflexión como experiencia.
Dos hilos de twitter. Un ensayo. Tres inmobiliarias destruidas. Daños colaterales. Muchos
alquileres y, lo que pareciera, un interminable desplazamiento. Desplazamiento de más dudas
que certezas. Actitud punk, cultura popular y vida cotidiana se fusionan para componer el
paisaje que atraviesa todo el relato: paisaje hipermoderno de inestabilidad constante.
Lezcano contrapone (no como oposición sino como dos caras de la misma moneda) lo
abstracto a lo particular, lo individual a lo colectivo, lo tierno a lo violento para elaborar un
relato que representa perfectamente su contexto de producción pero, y quizás es lo más
interesante de esta obra, no se detiene en la representación sino que nos invita a vislumbrar
una resistencia y un futuro que, sino mejor, al menos distinto.